Los rostros de un maestro
La vida de Ernesto de la Cárcova
Si bien fue reconocido como uno de los más destacados pintores de la escena artística argentina de
principios del siglo
XX, Ernesto de la Cárcova fue, ante todo, maestro y formador. La enseñanza artística fue una de sus
grandes pasiones.
Además de ser profesor de múltiples niveles e instituciones –desde la enseñanza del dibujo en niños y
niñas hasta la
universidad–, se dedicó a gestionar proyectos institucionales, entre los cuales la creación de la ESBA
implicó cumplir
uno de sus mayores anhelos.
La Escuela se fundó vía decreto nacional el 28 de febrero de 1921 como un espacio de estudio y
perfeccionamiento
artístico. Allí acudirían aquellos estudiantes con algún tipo de formación previa, para completar un
riguroso
entrenamiento técnico y teórico. Los inicios de la Escuela estuvieron marcados por la carencia de un
espacio adecuado,
pero de la Cárcova dedicó la energía de sus últimos años de vida a convertir estas tierras cedidas por
el Ministerio de
Agricultura (que alguna vez fueron lazaretos de animales) en un “ambiente de libertad espiritual de
intensísima labor y
de alto ideal artístico”, según sus propias palabras. Para ello, junto con la ayuda de sus primeros
estudiantes, despejó
los jardines, donó sus propios muebles y gestionó la importante compra de calcos escultóricos en yeso
que hoy conforman
la colección del Museo de la Cárcova.
La memoria de Ernesto vive en la Cárcova, sus ideales habitan los objetos que aquí se exponen y que con
tanto afecto el
pintor legó a la institución. En este espacio además, el público visitante puede acceder a una serie de
documentos
visuales y de archivo inéditos, que complementan la experiencia.
El presente espacio procura homenajear a un maestro que se perpetuó como tal principalmente por el
cariño de sus alumnos
y alumnas, quienes, gracias al trabajo en colaboración, lograron construir “un rincón de paraíso”.
Curaduría e investigación: Milena Gallipoli