Crónicas del Futuro
(Texto Curatorial de Federico Baeza)
Física cuántica, subatómica, de la relatividad, las relaciones entre vacío, materia y energía, las geometrías no-euclidianas, las dimensiones paralelas, las imágenes simultáneas, la curvatura del espacio, la cuarta dimensión del tiempo y el espacio, la inmersión del espectador en un espacio-tiempo que lo envuelve y determina, son algunas de las obsesiones de un entusiasta lector de ciencia y filosofía, socio fundador de la “Sociedad de Epistemología” en 1949, Julián Althabe. Este cúmulo de intereses alentó la escritura de numerosos textos y programas educativos en los que esbozó su teoría de la doble visión. En estas consideraciones el artista se interrogaba por los procesos perceptivos y cognoscitivos que construyen nuestra topografía del espacio y del tiempo a partir de las conexiones y desconexiones de un flujo caótico de imágenes impregnadas en nuestras dos retinas.
En 1953 Althabe se presentó por primera vez al gran centro de los concretismos regionales, la reciente Bienal de San Pablo. Lo hizo con “Círculos asimétricamente cruzados”, una alambicada escultura de gráciles líneas curvas que contorsionaba intrincados planos de filamentos entre la transparencia y la densidad intermitente del moiré. Su participación se volvería a repetir en 1957 y 1959. Estos años estuvieron signados por una frenética actividad asociativa en su vida: en 1952, había fundado el grupo “20 Pintores y Escultores” generando una plataforma expositiva de inusual pluralidad. Ese mismo año se integra a la sociedad que nuclea a artistas no figurativos “Arte Nuevo”, espacio en torno la figura de Arden Quin, presidiéndola durante 1959. Sus movimientos también se dirigen al ámbito de la educación: reorganiza en 1956 la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad de Córdoba, en 1959 desarrolla el Taller de Arte Espacial en la Escuela Superior Ernesto de la Cárcova. Althabe se entregó a lo que hoy llamaríamos actividades de generación de “infraestructura” del campo artístico: promoción de la discusión, diseño de plataformas de exhibición, producción y transmisión del conocimiento. Más allá de los cataclismos políticos, siguió el impulso modernizador del segundo plan quinquenal peronista y el gobierno desarrollista de Arturo Frondizi, período en el que se acuñó la divisa del “experimentalismo” como un vector que intentaba reunir arte, economía, ciencia y tecnología en la consecución de un proyecto productivista.
“No dibujar sobre el dibujo, no tocar la tela, no dar soluciones” son las indicaciones que Althabe daba al docente en su “Programa Analítico del Dibujo”. Tal vez continuando la tradición del “Método natural del dibujo” de Martín Malharro de principios de siglo XX, el primer objetivo era descartar los resabios academicistas de la enseñanza artística. El vector del proceso de aprendizaje es que el alumno descubra su propio itinerario, desarrolle “su forma” en contraposición a un adiestramiento basado en una enciclopedia de técnicas aplicadas en situaciones de antemano regladas. También en sintonía con Malharro, Althabe entendía al dibujo como un complejo proceso entre el pensamiento, la observación y la intuición. En sus “Bases para una escuela actual de arte” de 1956 insiste con la ruptura de los métodos tradicionales de enseñanza basados en la sucesión esquematizada de los grandes movimientos de la historia del arte. En su lugar propone un diseño interdisciplinario entre artistas, artesanos, técnicos industriales, científicos y filósofos. Desde esta perspectiva promovía reuniones periódicas en las que discutir las problemáticas de las diversas disciplinas, encontrarse recluido en el propio lenguaje era inadmisible. De este modo, Althabe jerarquizaba la discusión teórica en el ámbito de la formación artística, no es extraño, ya lo había hecho en su propio recorrido como artista.
Un espacio curvo, un cilindro envolvente translúcido, sirve de contención y soporte a dos planos de filamentos que se contorsionan y se expanden generando líneas helicoidales cuyos extremos se entrecruzan: “Espacios asimétricamente cruzados, dibujos espaciales” de 1970 es una de las obras que Althabe presentó en su última exposición individual en vida en la galería Gradita ese mismo año. Afirma “dibujar en el espacio”. Así como propuso en sus proyectos educativos el diálogo interdisciplinario entre la teoría y la práctica, entre la ciencia y el arte, en estos últimos trabajos se desliza en una dimensión entre lenguajes, produciendo un formato de difícil clasificación, una suerte de dibujo expandido. Prosiguiendo una dinámica experimental motivada por la intuición, por el saber de un no saber.
En su “Programa Analítico del Dibujo” Althabe anotó sucintamente: “¿en qué consiste el arte? nadie lo sabe”. Para él el arte se desarrolla como una serie de prácticas, diálogos, ensayos, sin un núcleo ontológico definido, en torno a un punto ciego, como el vacío del núcleo subatómico.