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LAS BELLAS ARTES DE LA CÁRCOVA

Las Bellas Artes de la Cárcova

En 2016 se cumplen 150 años del nacimiento de uno de los artistas más célebres de la historia del arte argentino: Ernesto de la Cárcova. En homenaje a su figura, y en diálogo con la exhibición simultánea llevada adelante en el Museo Nacional de Bellas Artes, esta exposición propone un recorrido por la historia de los primeros años de la Escuela Superior de Bellas Artes (ESBA), institución que de la Cácova fundó hacia el final de su vida. Entre 1921 y su repentina muerte sucedida en 1927, éste concibió y dirigió la primera escuela de perfeccionamiento para artistas que posteriormente llevaría su nombre.

A lo largo de toda su carrera, la educación y particularmente la formación de los artistas fue un interés central. Relegó así la práctica de su oficio, la pintura, para cumplir roles como Inspector Nacional de enseñanza del Dibujo, jurado en concursos de cargos docentes, diseñar programas de la asignatura Dibujo para escuelas primarias y secundarias y desempeñarse como profesor universitario de dibujo para ingenieros y arquitectos. La acción docente invadió al artista. Interminables horas de trabajo y la utilización de recursos propios fueron la constante. La enseñanza del arte se transformó en un proyecto de vida.

En tanto a la preparación específica de los artistas, desde 1894 de la Cárcova ejerció como docente de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes (SEBA), ámbito en que había iniciado su formación una década antes en las clases de pintura de Francesco Romero. Fue además uno de sus principales impulsores en pos de que el Estado se hiciera cargo de la Academia de Bellas Artes y Escuela de Artes Decorativas e Industriales de dicha Sociedad. En 1900 presentó un proyecto, en nombre de la junta directiva que presidía, proponiendo su nacionalización. Una de las cláusulas insistía en respetar al personal docente nombrado por la SEBA que, como destacaban tanto los alumnos como la prensa de la época, trabajaba gratis e incluso vendía cuadros con el objetivo de solventar la propia institución. En la recién nacionalizada Academia, de la Cárcova ocupó el cargo de Director hasta 1908, con su viejo amigo, Eduardo Sívori, como Vicedirector. Fueron difíciles sus años al frente de la Academia, además de huelgas de estudiantes y problemas presupuestarios, debió lidiar con muchas pujas internas entre los profesores, como Carlos Ripamonte, Arturo Dresco, Fernado Fader, Alberto Rossi y Pío Collivadino que no estaban de acuerdo en la manera en que de la Cárcova y Sívori llevaban adelante la institución.

Esta oposición dentro del claustro docente, se contrapuso con el apoyo a su gestión por parte de los alumnos, en una relación de respaldo y cariño para con el maestro que perduraría a lo largo de toda su vida. Este vínculo de afecto fue, de modo recíproco, valorado y fomentado por el mismo de la Cárcova. De hecho, él pensaba que la Academia debía proveer una formación introductoria, no del todo estricta, ya que todavía no era posible definir si un joven sería o no artista. Es decir, la educación debía dirigirse no "sólo a los que tienen condiciones de genio hecho que era imposible de reconocer en los cursos elementales, sino "facilitar el estudio, a fin de que aquellos que realmente reunieran las condiciones especiales […] pudieran llegar hasta los cursos superiores, en los cuáles suelen revelarse mayormente las condiciones de mentalidad de cada alumno." Es decir, la Academia debería apuntar a educar el gusto y otorgar a los alumnos nociones de dibujo. El genio terminaría de manifestarse en un estadio subsiguiente –la formación superior– dónde se develaría: el "buen pintor de cuadros", el buen decorador, escenógrafo, o quien "aplicaría sus conocimientos a cualquier otra manifestación artística". Mucho antes de su concreción, ya estaba en su mente la educación superior, en sus múltiples orientaciones posibles, como nivel decisivo para la afirmación de los artistas.

A comienzos de 1908, de la Cárcova presentó su renuncia como Director y Profesor de la Academia por desacuerdos con los miembros de la Comisión Nacional de Bellas Artes (CNBA), que ahora pasaba a regular la institución. En mayo del año siguiente se creó el Patronato de Becados Argentinos en Europa, con el propósito de controlar, mediante una inspección permanente, a los numerosos jóvenes que entonces residían y se formaban en universidades, academias y conservatorios europeos. De la Cárcova ocupó el cargo de Director del Patronato hasta su disolución a comienzos de 1916, fijando su residencia en la ciudad de París. Aprovechó también para retomar la práctica de la pintura y enviar algunos desnudos femeninos a los salones parisinos con buena recepción crítica. Siguió viviendo allí hasta fines de 1918, atendiendo diversos asuntos, algunos de ellos vinculados a los estudiantes en Europa.

Tras su regreso definitivo de Europa, de la Cárcova empezó a concebir la creación de la Escuela Superior de Bellas Artes, gracias a las nuevas gestiones de Martín Noel, flamante director de la CNBA e importante aliado intelectual de los proyectos de los últimos años de su vida. Como hemos mencionado, ya desde sus años a cargo de la Academia, la Escuela Superior era para de la Cárcova la etapa clave para la formación de los verdaderos artistas. De acuerdo con sus propias palabras, ella era el "coronamiento" de la educación artística, la que recibía a la "elite, la selección de los mejores y las más evidentes vocaciones, que con preparación eficiente ingresen a ella" para que trabajen "en un ambiente de libertad espiritual, de intensísima labor y de alto nivel artístico".

La Escuela comenzó a funcionar en un inadecuado recinto sobre la calle Alsina. Luego se proyectó un fallido destino en el Parque Lezama. Ya en 1923, antes de la cesión oficial de los terrenos, Ernesto y sus alumnos se instalaron en el edificio construido a orillas de la Costanera Sur a principios del siglo XX. Habían sido las caballerizas del Lazareto del Ministerio de Agricultura, dependencia que controlaba el estado sanitario de los animales que ingresaban al país. En primer término, se inauguraron allí los talleres de pintura (de figura y de paisaje) y de escultura. Sabemos por la prensa que al poco tiempo un grupo de especialistas se ocupó también de dictar allí "los cursos gratuitos de historia del arte".

El Director ejerció su cargo ad-honorem y se involucró de modo directo en el diseño del parque y de los talleres. De su propio peculio, aportó lujosos muebles antiguos y arañas, algunos de los cuáles han sido restaurados gracias al trabajo conjunto con el Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural-Tarea de la Universidad Nacional de San Martín para esta exposición. En la concepción de de la Cárcova, las facilidades del ambiente eran centrales. El jardín fue proyectado con parterres y pérgolas entre las que se divisaban esculturas y jarrones. La correcta y profusa iluminación y el ambiente bello eran indispensables, según su credo, para la gestación de belleza.

En cuanto a su orientación pedagógica, de la Cárcova concibió la ESBA en el método que denominaba de "bottega" artística o "escuela-taller" es decir, pensaba en una "enseñanza práctica de talleres, como complemento indispensable de los estudios gráficos, plásticos y teóricos en el aprendizaje de las artes". Es decir a la manera de las "bottegas" renacentistas sería en la convivencia con un grupo selecto de pintores y escultores donde los alumnos absorberían los saberes y oficios de sus maestros. Además del propio de la Cárcova, a cargo de las clases de pintura y figura, entre los primeros profesores figuraron Rodolfo Franco, en pintura y paisaje y Ernesto Soto Acebal en escultura.

En un corto período, aquel "paraíso", "refugio espiritual" o "rincón bello" como lo denominaban los estudiantes, se transformó en objeto de deseo de muchos. Los jóvenes aspirantes se dirigían a la CNBA, regida de modo interino por el propio de la Cárcova, acreditando su formación y manifestando el deseo de incorporarse al alumnado de la ESBA.

El ambiente de la Escuela, alejado del ruidoso centro, era de real camaradería, permitiendo una "vida en arte" que llenaba no sólo los momentos de taller sino también las comidas colectivas en torno al improvisado fogón, las idas y vueltas hasta la costanera Sur y las charlas de de la Cárcova, quien debatía con sus estudiantes las mejores reformas que planeaba hacer en el local, como la fuente de agua de inspiración sevillana.

Laura Malosetti Costa ha propuesto, interpretar el proyecto de la Escuela Superior y su "clima de rigurosa libertad" como "una culminación de aquel socialismo temprano que había ensayado en Sin pan y sin trabajo". Los horarios no eran rígidos, y tal como recordaba uno de los discípulos fundadores, Conrado Chizzolini, el estudiantado tenía amplia "libertad de acción, la asistencia no era obligatoria y la concurrencia al taller fue completa". De hecho, pese a la liberalidad en los horarios, la asistencia a las clases era intensiva contándose jornadas de entre seis a ocho horas diarias de trabajo en los talleres.

Este proyecto tuvo un abrupto final con la inesperada muerte de de la Cárcova en los últimos días de 1927. En escasas semanas, la ESBA pasó a ser dirigida por Carlos Ripamonte, quien cambió de modo radical su impronta, procurando su normalización. Se establecieron exámenes de ingreso, normas disciplinarias, horarios más estrictos y carnet de trabajo.

En síntesis, el fin de la vida de este "organizador, consejero y maestro" como recordó Soto Acebal a de la Cárcova en 1932, marcó también el ocaso de los modos decimonónicos de entender el arte y su enseñanza. Al grupo selecto de aquella "aristocracia del espíritu", formado en extrema libertad, se enfrentaría ahora un mayor número de aspirantes, de orígenes disímiles, que deseaban emprender la carrera artística no solo como proyecto vital sino también como medio de obtener su sustento.

Esta exposición busca recrear parte de ese espíritu con que fue concebida la Escuela en sus primeros años de funcionamiento, así como la diversidad de orientaciones que tomaría luego bajo la dirección, primero de Ripamonte, y principalmente de Alfredo Guido a partir de 1932. Contempla una primera sección en torno a la personalidad de Ernesto de la Cárcova, reconstruyendo su despacho, formado por muebles y arañas aportadas por el propio artista. Se incluye su retrato a cargo del pintor italiano Giacomo Grosso, a quien conoció en sus años de formación en Turín hacia fines de la década de 1880, y el busto que como homenaje le realizó el escultor José Fioravanti en 1932. Se muestran también fotos antiguas del artista en este entorno, así como de los homenajes realizados a su persona.

Un segundo núcleo contempla la formación de los alumnos en los claustros de la ESBA, desde los primeros años hasta mediados de la década de 1940. Se exhiben libros y revistas históricas pertenecientes a la riquísima Biblioteca del Museo de Calcos y Escultura Comparada de la UNA, ejemplos de la variedad de dispositivos y repertorios visuales con los que los alumnos se formaban. Se muestran manuales y catálogos de escultura, pintura, decoración de fachadas, medallística, escenografía, artes decorativas. Se incluyen también álbumes fotográficos de los talleres de ESBA, en los que se observan los métodos y procesos de trabajo, así como fotografías y catálogos de las exposiciones que reunían a las producciones de sus estudiantes. Se exponen asimismo álbumes de recortes iconográficos, figurines y bocetos realizados por los alumnos, libros de actas, de calificaciones y de asistencia de profesores, estudiantes y modelos, libretas de estudiantes y trabajos monográficos finales realizados por ellos, acompañados por el primer escudo oficial con que contó la Escuela. Asimismo, se proyecta una selección de imágenes digitalizadas de la extensa colección de diapositivas de vidrio con las que los estudiantes recibían sus lecciones de estéticas e historia del arte, una colección que como podemos concluir estaba fuertemente marcada por una mirada eurocéntrica de la cultura y el arte, desde la Antigüedad hasta tendencias más cercanas como el cubismo.

En síntesis, Las bellas artes de la Cárcova busca presentar el rol fundador y docente de la Cárcova en su proyecto libre y utópico para los claustros de la ESBA, pero también exhibir la multiplicidad de recursos con la que fue concebida la formación de artistas profesionales durante la primera mitad del siglo XX en la Argentina.

María Isabel Baldasarre (curadora)