Hoy se conmemora un nuevo aniversario del 25 de mayo de 1810, y la Universidad Nacional de las Artes sostiene su compromiso con los ideales de libertad, soberanía e igualdad y reafirma los valores de la democracia y la conquista de derechos.
El 25 de mayo de 1810 comenzó a gestarse un movimiento que sentó las bases para la independencia de nuestro pueblo e inició un largo camino hacia un nuevo Estado nación, libre, justo y soberano. En ese período, al igual que hoy, había una idea que parecía repetirse una y otra vez: la de libertad. Pero a diferencia de hoy, no se trataba sólo de un eslogan político, sino el sueño de una nueva Nación.
Durante el periodo de guerra contra España, el concepto de libertad se anclaba en el terreno de disputas por los sistemas políticos y sociales que se debían crear en América del Sur. En ese sentido, la expresión “Seamos libres, que lo demás no importa nada” se refería a que la libertad debía ser construida, sostenida y defendida colectivamente, y convocaba una idea de nación heterogénea que articulara la lucha militar contra el imperio para luego construir política y socialmente aquella emancipación. Detrás de la libertad había un sueño colectivo: el de una nación para todos.
Hoy, 214 años más tarde, se repite la palabra libertad como en aquellos tiempos de revolución, solo que con otros fines. Ya no se trata de una libertad colectiva, sino de la libertad del individuo. La sociedad queda anulada del sueño nacional, y la suma de individuos peleando por sus intereses personales en el mercado se constituye como el campo de batalla donde se van a dirimir las diferencias sociales. La desigualdad no es un problema a resolver, sino que es parte del juego. La idea de justicia social queda entonces eliminada del sueño colectivo.
En este contexto, la UNA, reitera y suscribe su compromiso con la libertad. La libertad no como cosa individual sino como cosa colectiva, no como cosa privada sino como cosa pública, como parte de la res publica. Esta forma de la libertad, que por eso podemos llamar republicana, también es un componente fundamental de lo que hoy llamamos, en un sentido complejo y denso, “democracia”.
Hoy, a 214 años de la revolución de mayo, cuando hablemos y pensemos en libertad, esta debería suponer el acceso a una educación pública, gratuita y de calidad; así como la garantía de derechos y oportunidades; de vivir dignamente; de trabajo y salarios respetables; de sostener una sociedad donde cada niño y niña pueda realizarse íntegramente; libertad de crecer en un medio que le otorgue bienestar, educación, salud y vivienda; de conformar un país con soberanía política, económica y tecnológica; de preservar el derecho a la memoria, la verdad y la justicia; de respetar a las identidades de género y a las minorías; de tener acceso universal a la salud, del cuidado de las personas mayores.
Durante el periodo de guerra contra España, el concepto de libertad se anclaba en el terreno de disputas por los sistemas políticos y sociales que se debían crear en América del Sur. En ese sentido, la expresión “Seamos libres, que lo demás no importa nada” se refería a que la libertad debía ser construida, sostenida y defendida colectivamente, y convocaba una idea de nación heterogénea que articulara la lucha militar contra el imperio para luego construir política y socialmente aquella emancipación. Detrás de la libertad había un sueño colectivo: el de una nación para todos.
Hoy, 214 años más tarde, se repite la palabra libertad como en aquellos tiempos de revolución, solo que con otros fines. Ya no se trata de una libertad colectiva, sino de la libertad del individuo. La sociedad queda anulada del sueño nacional, y la suma de individuos peleando por sus intereses personales en el mercado se constituye como el campo de batalla donde se van a dirimir las diferencias sociales. La desigualdad no es un problema a resolver, sino que es parte del juego. La idea de justicia social queda entonces eliminada del sueño colectivo.
En este contexto, la UNA, reitera y suscribe su compromiso con la libertad. La libertad no como cosa individual sino como cosa colectiva, no como cosa privada sino como cosa pública, como parte de la res publica. Esta forma de la libertad, que por eso podemos llamar republicana, también es un componente fundamental de lo que hoy llamamos, en un sentido complejo y denso, “democracia”.
Hoy, a 214 años de la revolución de mayo, cuando hablemos y pensemos en libertad, esta debería suponer el acceso a una educación pública, gratuita y de calidad; así como la garantía de derechos y oportunidades; de vivir dignamente; de trabajo y salarios respetables; de sostener una sociedad donde cada niño y niña pueda realizarse íntegramente; libertad de crecer en un medio que le otorgue bienestar, educación, salud y vivienda; de conformar un país con soberanía política, económica y tecnológica; de preservar el derecho a la memoria, la verdad y la justicia; de respetar a las identidades de género y a las minorías; de tener acceso universal a la salud, del cuidado de las personas mayores.