Héctor Oesterheld resulta imprescindible para entender a la historieta en tanto género moderno y repensar, a partir de su influencia, su imbricación entre lo popular y lo intelectual, entre la construcción de un guión y la escritura literaria. Creador de personajes esenciales como “Ernie Pike”, “Mort Cinder”, el “Sargento Kirk" o “El Eternauta”, Oesterheld representa, a su vez, la figura mítica del relator de aventuras para héroes colectivos.
Nacido en 1919 y graduado como geólogo, sus intereses se abrieron a la filosofía y la literatura, sobre todo a los clásicos griegos. En sus comienzos, convivieron en Oesterheld el científico y el narrador de historias infantiles, habitadas por el ratón Gorgonzola, la princesa Tilina y el valiente Gatito, publicadas para la “Colección Bolsillitos” de Editorial Abril durante los ’50. Fue su director, Cesare Civita, quien le propone escribir guiones de historieta, primero para “Cinemisterio”, una revista de pequeño formato y luego para “Misterix”. Por esos años crea “Alan y Crazy”, “Ray Kitt”, “Bull Rocket” y “Sargento Kirk”, con dibujos del reconocido Hugo Pratt.
“Oesterheld ocupó un lugar que en tiempos de sus primeros emprendimientos editoriales era un lugar inédito: el de un guionista y editor que encontraba natural la apertura de la historieta a las ambiciones poéticas de la literatura moderna y a la seriedad de sus campos temáticos”, señala Oscar Steimberg, escritor, semiólogo y Director de Posgrado del Área Transdepartamental de Crítica de Artes del IUNA. “A la vez, Oesterheld seguía utilizando con naturalidad los soportes y las fachadas de género de las revistas de historietas tradicionales. En esto se parecía a otro editor con circulación entre públicos diversos y ambiciones igualmente elevadas en relación con los diferentes campos culturales como Boris Spivakow, inventor de revistas de historietas de formato mínimo, que aprovechaban el descarte de caños y blancos que quedaban de la edición de otras revistas de historietas de mayor porte”.
En 1955 Oesterheld creó la Editorial Frontera para publicar sus propias revistas de historietas: “Frontera” y “Hora Cero”. En ellas continuaron las aventuras del “Sargento Kirk” y nacieron “Ernie Pike”, “Ticonderoga” y “Sherlock Time”, que inició la colaboración con Alberto Breccia, reuniendo sus talentos inusuales. “Un poco en serio, un poco en broma, entendía la relación entre guionista y dibujante como algo siempre a construir, en donde era inevitable la ocurrencia del intento por parte del guionista de dirigir la marcha del relato orientando también las elecciones en la secuencia visual”, dice Steimberg. “Llegaba a decir que en esa pareja productora el guionista ocupaba un rol masculino. Es evidente que se trataba de una definición que era parte del juego: en la colaboración con Alberto Breccia fueron ocurriendo algunos de los despliegues de originalidad en paralelo más sorprendentes de la historieta argentina”.
Hay en sus guiones una configuración novedosa: en ellos la aventura aparece como el rasgo interno que atraviesa cada relato ya no sólo como género, sino como escenario y campo de juego del héroe, la aventura como un valor en sí misma, como experiencia perturbadora. Al respecto, Steimberg dice que “Oesterheld fue un constructor de relatos de aventuras con elecciones temáticas confluyentes con las de las grandes novelas de ideas que desde el siglo XIX alimentaban la visión del mundo de lectores que guardaban esos relatos en su memoria junto a las proposiciones y las páginas polémicas del pensamiento social y filosófico al que se apelaba en la discusión política”.
En ese terreno de la aventura en tanto tal, más allá del canon genérico, los personajes que él creó se convierten en héroes igualmente anticonvencionales, cotidianos y que se determinan por el modo en que enfrentan todas las formas posibles del mal. Es en ese acto, en esa toma de conciencia del heroísmo que se transforma la vida de los hombres de historieta y la aventura, que es de uno y es de todos, los empuja a dar respuestas en grupo, a asumirse como un “héroe colectivo”. Esto queda de manifiesto en la obra mítica de Oesterheld, “El Eternauta”.
En el primer número de la revista “Hora Cero Semanal”, el 4 de septiembre de 1957, y con dibujos de Solano López, se publicó por primera vez “El Eternauta”, que ocupa un lugar central en la historia del género en la Argentina. Es el relato de una invasión extraterrestre en la Buenos Aires cotidiana, de una nevada mortal sobre espacios urbanos archiconocidos (Vicente López, el estadio de River Plate, la Plaza de Mayo, el centro de la ciudad) y de la conformación de ese héroe colectivo con Juan Salvo a la cabeza, una especie de “nosotros” contra “Los Ellos” extraños, que contiene todos los elementos explorados con anterioridad por Héctor Oesterheld.
Según sostiene el semiólogo Oscar Steimberg, “se podría decir que Oesterheld hablaba de la historieta de manera parecida a como la escribía: reconociendo las restricciones de formato y género pero abriéndose a todo lo que el diálogo trajese de nuevo. Tal vez en “El Eternauta” se encuentre algo así como el macrodespliegue de esto: Juan Salvo debe convertirse en un héroe de la resistencia de los humanos al ataque y al sojuzgamiento asesino planeado por “Los Ellos”; pero hay siempre la posibilidad y a veces la concreción de un ida y vuelta entre esa representación de una batalla de todos y la lucha de un solo hombre por salvar y recuperar a su familia”.
En 1969 “El Eternauta” tuvo una segunda edición publicada por “Gente”, con dibujos de Breccia. Esta versión fue calificada de “experimental” por los responsables de la revista y dejó de salir tras 17 entregas. Pero había además un gran contenido ideológico subyacente en el guión de Oesterheld que permitía una lectura política en el contenido de la historieta y los editores decidieron convertirla en una versión condensada de la primera, “una obra de arte maldita”, como se ha dicho.
En adelante, Oesterheld alternaría su labor como guionista con su fuerte compromiso militante. Tras la publicación de “Vida de El Che”, el único de una serie de biografías en historieta que incluía a Eva Perón, entre otras personalidades políticas de Latinoamérica, publicó “La Guerra de los Antartes” (1970) y realizó guiones para Editorial Columba y Ediciones Record hasta la edición, entre 1976 y 1977, de “El Eternauta II”, nuevamente dibujada por Solano López, en la que el mensaje político no es alegórico, sino manifiesto. Un guión que prefiguraría los tiempos que se desataron sobre toda la Argentina. Es posible ver a “El Eternauta” como un relato fundacional en la ciencia ficción argentina, un texto pregnante que contiene elementos que son tanto sello de su autor como reflejo de lo que nos constituye como cultura, nuestra propia historia colectiva. Y también la de la de su autor como individuo.
En los relatos de Oesterheld los sucesos, los deberes, las misiones, los valores tienen una condición universal y atraviesan las diferencias temporales, sociales y psicológicas a lo largo del relato. Los enemigos no son sujetos de otra civilización sino solamente de los despliegues de un conjunto de técnicas letales”, concluye Steimberg. “Unos absolutos narrativos se extienden como base, sin embargo, de una riquísima narración en el conjunto de su producción historietística. Las novedades incluyeron giros narrativos como el uso de la segunda persona, que en el momento de su empleo por Oesterheld era novedoso en fundaciones literarias entonces muy recientes como la del objetivismo francés. Las serenas contradicciones de Oesterheld, el narrador”.
Oesterheld y su familia vivieron una de las historias más extremas a manos de la dictadura militar. Mientras Héctor, con 59 años, fue secuestrado el 27 de abril de 1977, sus cuatro hijas (Diana, Estela, Beatriz y Marina) fueron asesinadas o desaparecidas por grupos de operaciones entre 1976 y 1977. Las jóvenes tenían entre 18 y 25 años. Según testimonios de sobrevivientes que figuran en el libro “Nunca Más”, Oesterheld fue visto en los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo, El Sheraton y El Vesubio. También fueron asesinados sus dos yernos y les fueron robadas las identidades a dos de sus nietos. Su viuda, Elsa Sánchez aún los busca junto a las Abuelas de Plaza de Mayo.
“Oesterheld ocupó un lugar que en tiempos de sus primeros emprendimientos editoriales era un lugar inédito: el de un guionista y editor que encontraba natural la apertura de la historieta a las ambiciones poéticas de la literatura moderna y a la seriedad de sus campos temáticos”, señala Oscar Steimberg, escritor, semiólogo y Director de Posgrado del Área Transdepartamental de Crítica de Artes del IUNA. “A la vez, Oesterheld seguía utilizando con naturalidad los soportes y las fachadas de género de las revistas de historietas tradicionales. En esto se parecía a otro editor con circulación entre públicos diversos y ambiciones igualmente elevadas en relación con los diferentes campos culturales como Boris Spivakow, inventor de revistas de historietas de formato mínimo, que aprovechaban el descarte de caños y blancos que quedaban de la edición de otras revistas de historietas de mayor porte”.
En 1955 Oesterheld creó la Editorial Frontera para publicar sus propias revistas de historietas: “Frontera” y “Hora Cero”. En ellas continuaron las aventuras del “Sargento Kirk” y nacieron “Ernie Pike”, “Ticonderoga” y “Sherlock Time”, que inició la colaboración con Alberto Breccia, reuniendo sus talentos inusuales. “Un poco en serio, un poco en broma, entendía la relación entre guionista y dibujante como algo siempre a construir, en donde era inevitable la ocurrencia del intento por parte del guionista de dirigir la marcha del relato orientando también las elecciones en la secuencia visual”, dice Steimberg. “Llegaba a decir que en esa pareja productora el guionista ocupaba un rol masculino. Es evidente que se trataba de una definición que era parte del juego: en la colaboración con Alberto Breccia fueron ocurriendo algunos de los despliegues de originalidad en paralelo más sorprendentes de la historieta argentina”.
Hay en sus guiones una configuración novedosa: en ellos la aventura aparece como el rasgo interno que atraviesa cada relato ya no sólo como género, sino como escenario y campo de juego del héroe, la aventura como un valor en sí misma, como experiencia perturbadora. Al respecto, Steimberg dice que “Oesterheld fue un constructor de relatos de aventuras con elecciones temáticas confluyentes con las de las grandes novelas de ideas que desde el siglo XIX alimentaban la visión del mundo de lectores que guardaban esos relatos en su memoria junto a las proposiciones y las páginas polémicas del pensamiento social y filosófico al que se apelaba en la discusión política”.
En ese terreno de la aventura en tanto tal, más allá del canon genérico, los personajes que él creó se convierten en héroes igualmente anticonvencionales, cotidianos y que se determinan por el modo en que enfrentan todas las formas posibles del mal. Es en ese acto, en esa toma de conciencia del heroísmo que se transforma la vida de los hombres de historieta y la aventura, que es de uno y es de todos, los empuja a dar respuestas en grupo, a asumirse como un “héroe colectivo”. Esto queda de manifiesto en la obra mítica de Oesterheld, “El Eternauta”.
En el primer número de la revista “Hora Cero Semanal”, el 4 de septiembre de 1957, y con dibujos de Solano López, se publicó por primera vez “El Eternauta”, que ocupa un lugar central en la historia del género en la Argentina. Es el relato de una invasión extraterrestre en la Buenos Aires cotidiana, de una nevada mortal sobre espacios urbanos archiconocidos (Vicente López, el estadio de River Plate, la Plaza de Mayo, el centro de la ciudad) y de la conformación de ese héroe colectivo con Juan Salvo a la cabeza, una especie de “nosotros” contra “Los Ellos” extraños, que contiene todos los elementos explorados con anterioridad por Héctor Oesterheld.
Según sostiene el semiólogo Oscar Steimberg, “se podría decir que Oesterheld hablaba de la historieta de manera parecida a como la escribía: reconociendo las restricciones de formato y género pero abriéndose a todo lo que el diálogo trajese de nuevo. Tal vez en “El Eternauta” se encuentre algo así como el macrodespliegue de esto: Juan Salvo debe convertirse en un héroe de la resistencia de los humanos al ataque y al sojuzgamiento asesino planeado por “Los Ellos”; pero hay siempre la posibilidad y a veces la concreción de un ida y vuelta entre esa representación de una batalla de todos y la lucha de un solo hombre por salvar y recuperar a su familia”.
En 1969 “El Eternauta” tuvo una segunda edición publicada por “Gente”, con dibujos de Breccia. Esta versión fue calificada de “experimental” por los responsables de la revista y dejó de salir tras 17 entregas. Pero había además un gran contenido ideológico subyacente en el guión de Oesterheld que permitía una lectura política en el contenido de la historieta y los editores decidieron convertirla en una versión condensada de la primera, “una obra de arte maldita”, como se ha dicho.
En adelante, Oesterheld alternaría su labor como guionista con su fuerte compromiso militante. Tras la publicación de “Vida de El Che”, el único de una serie de biografías en historieta que incluía a Eva Perón, entre otras personalidades políticas de Latinoamérica, publicó “La Guerra de los Antartes” (1970) y realizó guiones para Editorial Columba y Ediciones Record hasta la edición, entre 1976 y 1977, de “El Eternauta II”, nuevamente dibujada por Solano López, en la que el mensaje político no es alegórico, sino manifiesto. Un guión que prefiguraría los tiempos que se desataron sobre toda la Argentina. Es posible ver a “El Eternauta” como un relato fundacional en la ciencia ficción argentina, un texto pregnante que contiene elementos que son tanto sello de su autor como reflejo de lo que nos constituye como cultura, nuestra propia historia colectiva. Y también la de la de su autor como individuo.
En los relatos de Oesterheld los sucesos, los deberes, las misiones, los valores tienen una condición universal y atraviesan las diferencias temporales, sociales y psicológicas a lo largo del relato. Los enemigos no son sujetos de otra civilización sino solamente de los despliegues de un conjunto de técnicas letales”, concluye Steimberg. “Unos absolutos narrativos se extienden como base, sin embargo, de una riquísima narración en el conjunto de su producción historietística. Las novedades incluyeron giros narrativos como el uso de la segunda persona, que en el momento de su empleo por Oesterheld era novedoso en fundaciones literarias entonces muy recientes como la del objetivismo francés. Las serenas contradicciones de Oesterheld, el narrador”.
Oesterheld y su familia vivieron una de las historias más extremas a manos de la dictadura militar. Mientras Héctor, con 59 años, fue secuestrado el 27 de abril de 1977, sus cuatro hijas (Diana, Estela, Beatriz y Marina) fueron asesinadas o desaparecidas por grupos de operaciones entre 1976 y 1977. Las jóvenes tenían entre 18 y 25 años. Según testimonios de sobrevivientes que figuran en el libro “Nunca Más”, Oesterheld fue visto en los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo, El Sheraton y El Vesubio. También fueron asesinados sus dos yernos y les fueron robadas las identidades a dos de sus nietos. Su viuda, Elsa Sánchez aún los busca junto a las Abuelas de Plaza de Mayo.