Un último ritual para Alfredo Portillos (1928-2017)

Un último ritual para Alfredo Portillos (1928-2017)

En Alfredo Portillos convivían el artista conceptual y experimental desde los años ’60 hasta hoy, las inquietudes y saberes ancestrales de Nuestra Mayúscula América Profunda a la que supo entregarse de cuerpo entero, y la necesidad de transferir sus experiencias de vida en su labor docente.
Todos los que pasaron por sus aulas en la Pueyrredón tendrán presente una de sus máximas: “en el arte hasta levitar se puede”. Y en ese andar levitando Alfredo se hizo cada vez más chamán y abuelo, de los que hacen vibrar el cuerpo y la tierra, de un blanco vestir, sagrado y profundo, en quien se mezclan las maes de santos, las machis mapuches y los yatiris del altiplano, junto a la foto de niño en su primera comunión. En tu taller se podía ver, escondido entre tantas obras apiladas, aquel Ekeko dorado de la serie Bestiario Americano (1992), ya sin la campana de acrílico de protección, y con algunos puchos quemados de tanto en tanto entre ese ir y venir de la obra a la vida.

Alfredo querido ¿Quién me dirá… quién eres… y quién fuiste? Con ese título de tu muestra a mediados de los noventa provocaste una fuerte interpelación de nuestras identidades y saberes en plena globalización, y cómo tus prácticas artísticas nos ayudaron a atravesar con el cuerpo esos ritos de pasaje donde el arte se diluye en la vida misma. Por eso la enseñanza de tus rituales, los homenajes a la Pachamama, a la tierra y el agua, a la Patagonia en aquella muestra en los ’80, a pesar de que se sigue estigmatizando a los mapuches mientras seguimos preguntando ¿dónde está Santiago Maldonado? Las ceremonias del Candonblé de tu paso por Brasil, y tu altar de muertos, aquel que dedicaste a Pajarito en la Barraca Vorticista allá por el 2008, donde todos compartimos las imágenes, las fotos, el pan y la bebida comiendo con nuestros muertos, y allí aparecieron tus palabras intrigantes: “Esto no es arte, esto es otra cosa…”

Esa otra cosa te fue acercando a la muerte con la que ibas conviviendo desde la internación de tu madre, esa experiencia acuciante que te llevó a pasear entre la vida y la muerte.
Hoy fuiste vos el que levitó hasta el cielo, para luego bajar al inframundo americano acompañado de la serpiente emplumada. Tu último ritual, el de la muerte, siempre fue a pedido tuyo como la experiencia estética final de la vida a la muerte, entre todos los amigos y la gente querida que siempre te acompañó y disfrutó de tus andanzas. Las coronas blancas de papel y la cruz de caña de tacuara hoy son tu propio Cementerio latinoamericano…

hasta siempre Alfredo querido.
Te abraza tu alumno ritualero

Juan Pablo Pérez
Floresta, 19 de septiembre de 2017
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